Suplementación de probióticos.

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En uno de los post de las semanas pasadas, hablábamos sobre la microbiota intestinal y la importancia de la alimentación para mantener y favorecer un buen estado de ésta, ya que presenta un gran impacto en la salud general. 

También comentamos sobre el consumo de probióticos y prebióticos para mejorar el ambiente intestinal de las bacterias que conviven en nosotros. La gran mayoría de ellos se consumen y deben consumirse de forma natural mediante los alimentos, pero surge la duda sobre la necesidad o no de consumirlos en formato de suplementos alimenticios.

En el caso de los prebióticos, a excepción de casos concretos por patologías digestivas, no es necesario suplementarse. Alimentos como la fruta, verdura, frutos secos, cereales integrales y legumbres aportan una buena dosis de fibra necesaria para nutrir a la microbiota intestinal, por lo que no compensa invertir grandes cantidades de dinero en suplementos prebióticos. 

En cuanto a los probióticos se generan varias opiniones al respecto, ya que dependen de la calidad y finalidad de los productos que estemos tratando. En cualquier caso, podemos diferenciar las dos modalidades principales de ingesta de probióticos. 

Como comentamos en el post anterior, no está garantizado que las bacterias presentes en los alimentos probióticos que ingiramos, puedan sobrevivir en su camino desde el estómago hasta el colon (debido a los ácidos gástricos y otros factores de defensa propios del sistema inmune frente a agentes patógenos). Por ello, se plantea como solución a esta supervivencia bacteriana (beneficiosa), encapsularlos para que puedan llegar la mayor parte de estos a las zonas del intestino grueso donde puedan establecerse y ejercer su actividad. 

¿Pero debo suplementarme con probióticos ?

Cualquier persona que se suplemente con un buen producto probiótico puede verse beneficiado por sus efectos, pero este tipo de suplementos han sido desarrollados con la finalidad de ayudar a colectivos de personas con alguna necesidad en especial como pueden ser aquellos que acaban de pasar por un tratamiento a base de antibióticos, quimioterapia o radioterapia, o aquellas personas con un problema de disbiosis intestinal. 

Las disbiosis intestinales son muy comunes en las personas con obesidad, lupus, diabetes mellitus tipo I y II, sindrome metabolico, sindrome intestinal, colon irritable o enfermedad celíaca. En cualquiera de los casos descritos, es interesante seguir el tratamiento a base de suplementos probióticos, al menos durante un mes para ver la eficacia del producto. 

La ingesta de este tipo de suplementos es en un principio segura para la mayoría de las personas, pero en algunos grupos de población (sobretodo los inmunodeprimidos) puede provocar una corriente infecciosa debido a estas bacterias. Por ello, ante estos casos, siempre es recomendable consultar con tu médico, antes de consumirlos. 

Sabiendo todo esto, ¿Cómo elijo un buen suplemento?

Como cualquier suplemento, debemos tener en cuenta algunos parámetros esenciales para diferenciar entre diferentes productos y marcas. En este caso nos guiaremos por las siguientes cuestiones:

  • Presentación comercial del suplemento: en comprimidos o en cápsulas 

Generalmente encontrarás cápsulas con cubierta entérica PH 50, que proporcionan una buena protección frente a las secreciones gástricas liberadas en el proceso de digestión. Este recubrimiento es una capa que protege a las bacterias a lo largo de su recorrido por el tubo gástrico hasta llegar al colon. Está hecha a base de ingredientes sintéticos (principalmente polímeros), los cuales podrían evitarse si se emplean directamente para la formulación del suplemento, bacterias beneficiosas resistentes a los ácidos y procesos digestivos. 

  • Número de especies presentes y número de cepas de cada una de esas especies

Según la afección que tengas y quieras tratar (deberá decirtelo tu médico o especialista), se deben emplear unas cepas de microorganismos u otras. Al final lo que se busca es tener mejor y mayor biodiversidad de especies por lo que cuanto mayor sea el número de cepas distintas mejor. Un ejemplo de buen producto es aquel que por ejemplo contenga entre 8-20 cepas diferentes. 

  • Número total de individuos por cápsula.

Es el número de microorganismos viables que hay por cada cápsula que ingieres. Un buen indicativo de buen producto es aquel que contiene al menos 1.000 millones de UFC (lo que en microbiología llaman, Unidades Formadoras de Colonias). Un producto con un número inferior es bastante inefectivo, aunque podría ser recomendable en los casos en los que se busque una población bacteriana progresiva por eliminación total o parcial de la natural debido a tratamientos antibióticos o radioterapia/quimioterapia. 

  • Precio.

Es quizás una de las cuestiones más problemáticas, ya que un buen producto, con una buena cantidad y calidad de microorganismos, así como desarrollo de investigación que ha habido detrás, es sin duda caro. Suelen rondar los 50-60 euros y es una buena inversión en el caso de que realmente necesites una suplementación del estilo. 

Si tienes un buen estado de salud, o se puede mejorar fácilmente con algunos ligeros ajustes, lo sensato es no invertir en probióticos encapsulados. Con una buena alimentación, saludable rica en prebióticos y algunos probióticos naturales, es suficiente para notar los beneficios sobre tu microbiota intestinal a medio-corto plazo. Aunque puedes tomar aquellos que sean de gama inferior o tenga un número de UFC inferior, simplemente como método preventivo o de mejora puntual. 

Por otro lado, en el caso de que tengas alguna de las patologías o situaciones descritas anteriormente, sin duda invertir en un producto con buenas características y calidad merece la pena. La mayoría de ellos contienen una media de 30 cápsulas con envase, las dosis justas para un mes de tratamiento, el tiempo mínimo necesario para empezar a notar beneficios en nuestra microbiota intestinal.